miércoles, 15 de mayo de 2013

XX.


Él entró en la habitación casi deshabitada por completo, había un banco y una delgada muchacha sentada en él. Él la miró con sorpresa y su cerebro dudaba de si acercarse o no, pero su corazón le decía a gritos que se aproximase a esa pequeña criatura. Sin darse cuenta ya se encontraba caminando hacia ella casi sin sentir como se movían sus pies y sus manos al andar. Se paró al lado de ella, ella volteó a verlo y sus ojos se clavaron en los de él. Un escalofrío recorrió la espalda de cada uno; él sentía un enorme palpitar en el hipotálamo, y ella tenía un ligero sonrojar. El la saludó y preguntó si podía sentarse, ella miró a ambos lados y asintió con la cabeza haciéndose a un lado tan solo un poco para darle espacio en el banco. Él se sentó. Ella acomodó su cabello por detrás de su oreja y cruzó las piernas. Él se enderezó y miró de reojo a la delgada señorita a su lado.

"¿Qué haces aquí?"
"No lo sé..."

Giró a verlo directamente y él abrió los ojos de par en par. Lloró.
Ella lo miró con ternura, lo abrazó.

"Sé que es difícil"
"..."

El se limpió las lagrimas, la miró fijamente, se acercó, la tomó de las manos.

"Por qué tuvo que ser así?"
"No lo sé, no lo sé yo, no lo sabes tu, nadie lo sabe. Solo se dio"

Ella se levantó y le extendió la mano. Él la tomó y también se puso de pié.

"Quien soy?..."
"Es un placer conocerte, y que hayas decidido al fin conocerme; tu eres yo, yo soy tu; porque así lo quisiste, porque así escrito estaba."

El abrió aun más los ojos y luego los cerró. Una sensación nostálgica se apoderó de su cuerpo y sintió un calor abrigador en su mente. Cuando los volvió a abrir ella ya no estaba. Pero tampoco estaba él.

"Sé quien en verdad eres, no quien te mandaron ser..."


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