lunes, 19 de marzo de 2012

A morir.


Ha pasado casi una semana desde ese 14 de Marzo que nunca olvidaré, que por más que lo intente no podré sacar de mi memoria. Todo y nada ha pasado por mi cabeza desde entonces y las ganas de escapar del mundo nunca han faltado desde aquel suceso.

Ya no tengo vida dentro de mi, me siento como aquel contenedor vacío, libre de contenido que pueda servir para mantenerlo pegado a la tierra. Como el globo que, lleno de aire, flota en el vacío cielo.
Me siento como un caparazón sin conciencia, y camino por la calle preguntándome como es que aun me muevo. Mi cuerpo se mantiene en movimiento porque esta vivo... pero al mismo tiempo ando muerto, muerto del corazón, muerto del alma. 

Y es que si bien no fue un 13 como a Juan Manuel Carpio, a mi me dejaron un 14, fue un claro 14 que me dejaron parado en el aeropuerto observando, sin poder hacer nada, como ella se llevaba en su maleta mi corazón, mi vida y mi alma... esos tesoros que tan voluntariamente entregué y encargué cuidar con mucho amor.

Soy un contenedor vacío, como aquella pintura que ni siquiera se ah empezado a pintar, porque hasta los colores se ah llevado ella consigo. Porque sé que los necesitará más que yo, por lo menos mientras empieza.

Recuerdos pasan por mi mente mientras me pierdo en millones de cartas de amor, de cariño, de palabras sinceras y de amor incondicional; entre millones de recortes de esos que sacaron de la pared; entre esa manera tan exquisita de escribir que le gusta tanto; en la mirada de un pequeño huérfano de madre que descansa a un lado de mi cama entre tanto papelito y recuerdito de la mamá.

Una película que me niego a ver aún, un libro que me vengo comiendo a pasos agigantados, miles de canciones que me recuerdan todos y cada uno de los momentos a su lado.

Me siento un nómada de los momentos felices cambiando de posición entre los momentos de felicidad efímeros y los momentos largos de nostalgia.