Y hoy me dio por escribir, sentado en mi cama en esta inmensa madrugada.
Canciones leves suenan a través de la puerta y el suspiro de una conversación en el piso de abajo.
Mis dedos ya están cansados, mi cerebro agotado y un mosquito, que confiadamente se apodera de mi sangre sin el más mínimo miedo, pasa de nuevo al lado de mi oído haciéndome estremecer. En la casi soledad de esta habitación, pienso, pienso y recuerdo, recuerdo y leo, leo y extraño, extraño y amo, amo y niego, niego y suspiro.
Cigarrillos y el viento golpeando en mi pecho ligeramente descubierto, tratando de hacerme tiritar. Las estrellas me alumbran en ese cielo tan despejado, tan despejado que se puede llegar a ver más allá.
Y en medio de tu locura buscas algo que no encuentras y al mismo tiempo encuentras algo que no buscas, como cuando no encuentras algo que crees que has perdido cuando siempre estuvo en tu mano, como cuando la respuesta esta ante tus ojos pero no llegas a verla... no... es más como cuando sabes la respuesta correcta pero te niegas a hacer lo correcto.
Tomar una bocanada de aire y suspirar. Suspirar por todo eso que ocurre, la cabeza te da vueltas y rápidamente mi brazo de posa en la pared. Te sientes cansado, al día siguiente hay que trabajar y es tan tarde ya...
Pasan un par de nubes felices de la mano... de la mano... y yo respondí un quiero ir despacio... no quiero creer más, no he vuelto a llorar. Vivo con el alma de piedra que se alimenta poco a poco de mi nobleza, dejando una bestia mirando la luz de la luna esperando que esa luz alivie su dolor. Un dolor que siempre estará, un dolor que sé de memoria.. esa sensación la soledad, la necesidad, esas sensaciones que son perfectamente perceptibles en mi persona.
Es una madrugada fresca, corre mucho viento afuera y golpea mi pecho ligeramente descubierto... sigo con esos bastardos acompañantes que fumaran mi tristeza, que fumaran mi dolor.